La idea era realizar una primera toma de contacto, acondicionar la zona para colocar las redes y comprobar si las golondrinas ya estaban utilizando el dormidero de Azuqueca de Henares, como en los últimos años, pues ya estábamos viendo algunos bandos numerosos por el río, a la altura de Alcalá de Henares.
Al llegar a la zona, todavía poco movimiento de golondrinas, nada comparable con los numerosos bandos de finales de agosto y principios de septiembre; apenas alguna sobrevolando los campos de cultivo haciendo buen acopio del aeroplancton que inunda el ambiente en estas tardes de verano.
Sin embargo, ya en el río, los dueños del lugar parecían ser unos primos cercanos de las golondrinas: los aviones zapadores (Riparia riparia). Colocamos las dos redes habituales mientras un bando bastante numeroso sobrevolaba nuestras cabezas. Al poner el reclamo de golondrina y avión zapador, y según fue cayendo el sol, estos pequeñajos fueron descendiendo en altura, realizando vuelos rasantes sobre el carrizal. En total se dejaron caer por las redes 26 zapadores (Riparia riparia), 1 golondrina (Hirundo rustica), 2 carriceros comunes (Acrocephalus scirpaceus) y 1 gorrión común (Passer domesticus).
detalle de un pollo de avión zapador (Riparia riparia) en el que se aprecia el collar oscuro, una de las claves para distinguirle en vuelo de su primo el avión roquero (Ptyonoprogne rupestris)
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Al final de la jornada no pudimos más que confesar nuestra admiración por estos bichos... golondrinas, aviones y vencejos; primos, unos más cercanos y otros bastante lejanos. La convergencia evolutiva “les ha dotado” de las mismas cualidades: cuerpos fusiformes, alas infinitas, patas pequeñas… aerodinámica pura… una mezcla de velocidad, resistencia y precisión… auténticas máquinas diseñadas para volar…
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