miércoles, 21 de septiembre de 2011

una de detectives...

Hace poco, durante una jornada de anillamiento, la casualidad quiso que reparáramos en una pequeña “pelotilla” grisácea en el suelo… Al cogerla parecía una pequeña egagrópila, y al examinarla más detenidamente, algo que asomaba llamó nuestra atención… una anilla!!!

Valga este relato a modo de novela policiaca para contar la historia de una forma diferente y amena:

…habíamos sido testigos de un crimen, del que solo teníamos el lugar de los hechos y la prueba del delito; solo faltaba encajar las piezas del puzle para identificar a las víctimas y conocer al autor del crimen…
Después de fotografiar la prueba del delito meticulosamente y sin alterarla, nos dispusimos a analizarla de manera minuciosa… al desmenuzar la egagrópila apareció otra anilla que hasta ahora había permanecido oculta, envuelta por la pequeña bola de plumas… porque eso era lo que envolvía a las anillas… no había restos de huesos, ni pelo, ni carne… solo un amasijo de pequeñas plumas…


Cual policía científica que recoge pruebas del escenario del crimen, separamos cuidadosamente las anillas y las guardamos para poder ser analizadas más tarde. Después de cotejar las muestras con la base de datos, el ordenador reveló el nombre de las víctimas: se trataba de dos individuos de corta edad que respondían a las iniciales de ERI RUB y EMB CIR. Fuentes fiables aseguraban que se trataba de dos jóvenes incautos y desprevenidos.
Algunos testigos afirmaron haber visto a un tipo sospechoso merodeando por el lugar de los hechos en numerosas ocasiones; de hecho, lo más seguro era que residiera en las cercanías… Se trataba de un reincidente de la zona, y todas las pruebas lo involucraban: una egagrópila pequeña y sin restos óseos (a diferencia de las rapaces nocturnas, los jugos digestivos de las rapaces diurnas pueden disolver los huesos, y por tanto, sus egagrópilas no los contendrán), formada exclusivamente por pequeñas plumas… luego debía tratarse de una pequeña rapaz diurna especializada en la captura de pajarillos, y habitual en la zona…


El cerco se estrechaba cada vez más y todas las pruebas apuntaban en la misma dirección… El principal sospechoso respondía a las iniciales de ACC NIS.
Al parecer se trataba de un individuo que utilizaba la zona como territorio de caza y que ya se había cobrado varias víctimas. Dado que una buena proporción de las aves de este lugar portan anilla, era muy probable que entre sus presas se encontraran también individuos anillados; solo era cuestión de tiempo dar con las pruebas que lo demostraran. ¡¡¡caso resuelto!!!

3 comentarios:

  1. ¿No cayó también en alguna ocasión algún anillador o ayudante en las garras del pasericida?

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  2. Hola Marco!
    Sí, algunos también han podido sentir esas "garritas"... ;)

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